PUNTO DE VISTA: LA IMITACIONA |
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José Ramón Pinell Profesor y escritor.*Tel 713 6368 |
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En ciertas ocasiones, la imitación
puede llegar a ser positiva y hasta necesaria, cuando ésta se toma como
conductora de nuestras fuerzas morales, por lo que, cuando se haya que imitar
una acción o actuación de alguna persona, debemos asegurarnos que es la mejor
opción a nuestros intrínsicos deseos y aspiraciones. Sin embargo, la imitación no debe
de hacerse de manera servil, acomodando nuestros intereses a maneras de
pensar ajenas cual si nuestro cerebro estuviese vacío de razonamientos, o
queriendo convertirnos en sombra de una realidad, para nosotros, inexistente. Todos, en algún momento,
necesitamos vernos en la luna de otro espejo, pero sin perder la originalidad
que nos caracteriza como seres únicos en el rol que nos ha tocado desempeñar
en esta vida. Pero tratar de ser lo que no somos, es hipócrita a todas luces.
Nuestros políticos son aduladores de posturas extrañas, y en su burda
imitación, hacen el ridículo, sirviendo
oral y hasta físicamente, a intereses antañamente
prohibitivos. Muchas personalidades, en su afán
servil de quedar bien con los que manejan los hilos de la nación, se acomodan
a cualquier barbaridad, que aunque reconozcan, en sus adentros, las
arbitrariedades cometidas por su superiores, callan y hasta justifican
irresponsable-mente lo que a todas luces es confrontativo
con las necesidades físicas ciudadanas y con la moral que levanta al hombre
de su escalón más bajo. Da pena ver y escuchar a per-sonas revestidas de una
alta dignidad, de un rango elevado dentro de un estatus social, rebajarse
humillantemente hasta dejar por un lado las propias convicciones, con tal de
agradar y quedar bien parado ante los ojos del "Señor" de Quevedo.
Imitaciones toscas de las antiguas genuflexiones cortesanas. Y lo más patético del caso es
cuando una persona despotrica incansable sobre el sistema social y económico
de una nación, mientras se arrodilla ante otra de peores cataduras y cuando
ha hecho de su corazón, un incensario, hasta el punto de no creer en sí
mismo. La imitación destruye todo lo bueno
que puede haber dentro de nosotros, trocándolo por conductas nada
encomiables, pues el hombre es un ser que de innato es inclinado a imitar lo
peor. Así nacen las Pandillas internas e internacionales, como también
florecen las buenas obras. El niño
trata de imitar al padre y la niña, a la madre. El alumno tiene como espejo,
a su mentor; los amigos se tienen entre ellos. Muchos jóvenes y niños imitan
a sus héroes de la televisión o el cine, y así, cada quien tiene cerca de sí
a quien imitar, especialmente cuando no se a aprendido a justipreciar la
conducta humana. Tratemos de ser originales,
conformé-monos con nuestras capaci-dades, sin querer ser un sol sin tener luz propia, aunque
procurando emerger de la oscuridad de la noche por méritos personales, sin
dejar que el Rango pasajero nos juegue una mala pasada, haciéndonos ver
Mérito donde sólo hay Rango. Es aquí donde hay que encaminar los pasos de la niñez y de la juventud, por el sendero correcto de esta etapa de la vida, para que aprendan a ser probos con los demás y consigo mismos Hay hombres, sobre la tierra, que se han elevado por sobre las masas populares, robándoles a éstas su voluntad y quienes parecen vivir sólo por el aire que aquél respira. Fanatismo y servilismo van tomados de la mano; y se imitan gestos, posiciones, vocabulario, además de convertirse en vomitivo para sudar calenturas ajenas. |