ESTELI EN LA HISTORIA, CON EL ALTO RELIEVE DE LO INVISIBLE

(1ra parte)

 

                        En ocasión de la celebración de un aniversario más del traslado de la ciudad de Estelí a su actual asiento, deseo  compartir con mis conciudadanos estelianos algunas reflexiones acerca de la historia de esta tierra tan amada. Quiero comenzar citando y comentando unas palabras del poeta Luís Rocha Urtecho, quien honra y prestigia la contraportada de mi libro Ojos sobre el Valle, con una apreciación que es al mismo tiempo cordial, generosa y perspicaz, muy suya:

“Ojos sobre el Valle es un texto tan mítico como real de Estelí, presente y futuro de esa ciudad se cruzan en el relato, que es ensayo, crónica cuento, testimonio, estampa y retrato. Autobiografía colectiva. Obra abierta, experimental”.

Trataré de relatar al menos parcialmente cómo esa variedad de modalidades de expresión y esas inquietudes por experimentar y aventurar la ilación de “una biografía colectiva”, señalada por nuestro amigo Luís Rocha, responden, a la multiplicidad de manifestaciones históricas, culturales, sociales, antropológicas, psicológicas. etc. a través de las cuales  pretendo advertir la riqueza, la generosidad, la belleza del conjunto humano, del suelo y de la naturaleza de Estelí, donde nacimos y vivimos; tratando con ello de aportar modestamente a llenar el gran vacío en los registros de nuestra memoria colectiva.

¿Dónde están figuradas y patentes la evolución de nuestras costumbres, de nuestra habla, de nuestras opiniones y de nuestras convicciones, las propias de nosotros los pobladores de esta ciudad, de esta región y de este departamento?

¿En qué documentos, en qué monumentos, en qué vestigios, en qué ruinas, en qué códices mudos están registrados el desarrollo de nuestra vida común, la sucesión de nuestras genealogías, los vértices cruciales en los laberintos de nuestro propio mestizaje? (un mestizaje que acusa rasgos e ingredientes raciales y culturales no contemplados para cobijarnos bajo la vasta significación de un sustantivo gentilicio, compartido como pan de cada día, entre nosotros estelianos, segovianos?  

Frente a tales interrogantes, no me ha quedado más camino que  hurgar en la historia e historiografía de Nicaragua, en medio de la vorágine de mis  ocupaciones y de mis obvias  limitantes  para al menos considerar que lo sustancial, lo productivo, de Ojos sobre el Valle, no es la Historia, sino precisamente la falta de historia que nos sustenta y la aspiración de dotar con una forma mas o menos coherente, que  llene de sentido a nuestro pasado común. 

Ojos sobre el Valle es pues una forma personal de interpretar esas vastas ausencias que vuelven invisible a nuestro ser colectivo.

2. Con los ojos sobre un Estelí invisible. Estelí es un pueblo pobre de historia, su pasado parece impenetrable, inalcanzable, irrecuperable y además poco productivo, largos períodos intermedios aparecen borrosos o vacíos. Hemos existido inmemoriales, al margen de la macro historia nacional, tanto en la época precolombina, como durante descubrimiento, conquista y colonia. E igual sucede durante el período de independencia y post independencia.

Estelí es en este sentido apenas un símbolo, que representa a tantas ciudades, a tantos pequeños pueblos del tercer y aún del segundo y primer mundos, representa el mismo destino de tantas regiones humanas que sobreviven marginales a los alardes del nuevo milenio, cargando con una consciencia de su pasado disgregada, incompleta, incongruente, plagada de lagunas y zonas oscuras.

Contamos apenas con las mudas reconstrucciones de la arqueología, heredamos los vestigios de un arte arcaico, las Piedras Pintadas de Estelí, testimonio indeleble de unas creencias, de una manera particular de pensar y de interpretar. Heredamos, es indudable, una mentalidad de artistas, de creadores de símbolos y de emblemas.

Somos, los estelianos o los segovianos, por lo demás, un colectivo humano de identidad postiza, precaria, o ambigua, dudosa. El perfil de nuestra cultura contemporánea propia comienza apenas a definirse, perdido en la generalidad de los rasgos de la identidad nacional conjunta.

Durante la conquista y colonia somos un lapso histórico, una laguna geográfica, una región invisible y muda. Podemos agotarnos en el examen de la documentación pertinente, podemos fatigar, como dice Jorge Luis Borges, bibliotecas y archivos.  No hay menciones de Estelí en los documentos canónicos. Los sucesos de importancia de nuestra historia regional o nacional, pasan lejos, tienen que ver con las ocupaciones y las preocupaciones de otras gentes.

Hemos existido durante siglos al margen de una Historia ya por sí misma marginal. Considerando que Centroamérica en su conjunto constituye un apéndice postrero de transacciones, tratados o negocios continentales. Pedrarias Dávila, Isabel de Bobadilla, los hermanos Contreras, el Obispo Valdivieso, la Independencia, la anexión al Imperio de Iturbide, Francisco Morazán,  el proyecto de Unión Centroamericana, son protagonistas de sucesos remotos. Noticias que una y otra vez nos llegan demasiado tarde. Los mismos chisporroteos ilustrados de la revolución liberal de 1893, se aclimatan despacio al frío de nuestras tierras, y habrán tenido escaso impacto en el lento movimiento evolutivo de las costumbres y de las ideologías locales. Aunque es verdad comprobada que la presencia guerrillera del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional abrió surco en suelo fértil, sembró semilla fuerte y dejó una huella persistente en la mentalidad y en la acción práctica de un sector amplio y activo del electorado rural de esta nuestra región.

Sin embargo son aquellos personajes metropolitanos quienes determinan nuestro devenir, los que conforman el perfil de nuestra propia historia que nos ha excluido en el pasado.

 

Dr. Danilo Torres Rodríguez.

Escritor, pintor y poeta.

Tel. 713 – 2909 / 5439