PAGINA GOZOSA PARA CLARIBEL ALEGRIA

 

En el principio hubo una araucaria, la primera araucaria de nuestra vida, sin nombre propio aún, era un árbol enorme, anónimo, erguido, esbelto, alto, excesivamente alto,  geométricamente  perfecto, como una presunción desmedida del espíritu humano. Aquel árbol, inquietantemente cónico, perennemente verde, crecía en un extremo del patio esquinero de la casa de la familia Alegría.

 

Sra. Claribel Alegría

Durante el homenaje y lectura de su obra

 en la Universidad de Bergen. Mayo/2003.

Pero nuestra memoria busca empeñosamente la imagen de Claribel, y no la encuentra en aquella casa. En la casa de la familia Alegría, durante mi niñez, Claribel y su padre eran una ausencia intensa, larga y sosegada que despoblaba los cuartos más hondos de la casa.  La noticia de cómo, cuándo, por qué y hacia  dónde se habían ido de Estelí don Lino Alegría y su hija, el destino que corrían sus propiedades rurales y urbanas, era una noticia esquiva e imprecisa. Durante un tiempo se dijo que se habían radicado en El Salvador, pero después las noticias cambiaron de rumbo y fueron inexactas. De hecho, en la casa quedaban viviendo tres hermanas del padre, solteras perennes. Las niñas Alegría. Ignacia Alegría, que despachaba servicial en una pequeña venta de caramelos y abarrotes menudos, Gabina Alegría, de manos sabias, que por encargado costuraba unas camisas impecables, y ...

 

En aquellos años en Estelí las noticias y el mismo tiempo real caminaban muy despacio. Aquella araucaria un día la tumbaron, aplanaron el suelo y las niñas Alegrías le alquilaron el terreno de la esquina a un antiguo socio de Tito Molina, para que instalara el negocio de un molino de maíz. Fue bautizado como Molino La Ceibita, por que en la propia esquina había comenzado a retoñar un grueso pie de ceiba, que con los años fue creciendo ciclópeo, descomunal. Después quitaron el molino, instalaron un puesto de frutas y verduras bajo la sombra de la ceiba. Pero después derribaron la barraca de las frutas, troncharon por la barriga a la ceiba, y sobre el terreno plano otros inquilinos construyeron con tablas “costoneras” una sala de billar. En la sombría, en la silenciosa casa de al lado se fueron muriendo poco a poco las niñas ancianas, pulcras, sigilosas, leves, hacendosas hasta el último día de sus vidas. Ignacia, Gabina, Adela, como seres ingrávidos al margen de un poema vallejiano, fueron decayendo, consumiéndose como se marchita y desgaja un manojo de heliotropos. De su despedida de este valle terrenal supieron pocos, los familiares más cercanos, el cura párroco, un sacristán ocasional, el panteonero y algunas embozadas beatas rezadoras.

 

Tuvieron que pasar 20 años más para que nuestra memoria esteliana recuperara y comenzara a valorar y comprender a su Claribel.

 

En Claribel Alegría, tal como nos la devolvió el año 79, en la plenitud de su madurez existencial y creativa, vimos despejarse, reunirse y realizarse todos aquellos enigmas de nuestra infancia, la araucaria erguida hasta tocar los copetes crespos de las nubes, la Ceiba enorme y maternal, cuya sombra abrazaba largamente al suelo. Y cuando Claribel en sus poemas abrió su corazón y dijo “río”, sentimos renacer el caudaloso río Estelí de nuestra infancia, así comprendimos que todos aquellos eran apenas signos iniciales de un destino mayor, araucaria, Ceiba, río. Así hemos comprendido que toda aquella magia irresuelta de nuestra niñez desemboca en la poesía de Claribel, en la fluidez cristalina de su expresión verbal en prosa y en verso.

 

Dr. Danilo Torres

Poeta y escritor Esteliano

Tel # 713-2241 * 713-2909.