RANGO Y MERITO

En esta primera oportunidad, queridos hermanos, quiero hablarles del “Rango y Mérito”. Oigamos lo que dice un insigne escritor al respecto: “El Rango sólo es justo como sanción del Mérito. No van siempre juntos, ni guardan armonía ni proporción. El Rango se recibe, es adventicio y su valor fluctúa con la opinión de los demás, pues necesita la convergencia de sanciones sociales que le son intrínsecas; el Mérito se conquista, vale por sí mismo y nada puede amenguarlo, porque es una síntesis de virtudes individuales inherentes a la persona misma”.

 

Generalmente se piensa que la persona con más alto rango, es la que ostenta los mayores méritos, siendo en infinidad de ocasiones, lo contrario. La persona de escasos recursos mentales y espirituales, padece de la columna, pues se ha acostumbrado a la genuflexión ante el deslumbrante rango, valorando como mérito el número de favores que aquél puede conceder. De allí, que son innúmeros los puestos ocupados por personas sin el mérito necesario para su buen desempeño, aunque estén cobijados por el rango.

 

El Rango es un status pasajero, expuesto a los caprichos de los otorgantes y de la política. El mérito es para siempre, no lo mata ni el tiempo ni los atavares sociales. ¿Quién puede quitarles el mérito a los grandes músicos, pintores, escultores, poetas, escritores, oradores y estrategas militares de la antigüedad? ¿Quién no reconoce el mérito de Jesús como artífice de una religión, llena de moral y de amor? El Mérito y el Rango son como el sol y la luna: aquél brilla con luz propia y perenne; éste, brilla con luz prestada.

 

El hombre, hermanos, debe enrumbar su vida y sus pasos hacia la adquisición de méritos que hagan de él un ser idóneo en el puesto que ocupe, y esa idoneidad la arrastre donde vaya y en el tiempo que sea. Ello se alcanza con el estudio, con el esfuerzo y con la práctica. Evitemos deslumbrar con vestimenta prestada, enfangando la conciencia con el servilismo rastrero, propio del hombre mediocre o falto de valores morales intrínsicos y sociales, que se deja conducir cual borrego al matadero. Evitemos ser el árbol bajo cuyo follaje se medra, pero que ya con sus hojas perdidas, nadie su sombra procura.

 

José Ramón Pinell

Profesor, poeta y escritor

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