¿SERA CORRECTO DECIR NO A LOS BIOCOMBUSTIBLES?

 

 

Actualmente existe un gran debate por la creciente producción de biocombustibles que impulsa Estados Unidos y Brasil, y el efecto que trae esta política de sustitución parcial de derivados del petróleo por biocarburantes (bioetanol y biodiesel), que están provocando aumento del precio de algunos alimentos.

Según Peter Brabeck, presidente de Nestlé, el precio del maíz se ha incrementado alrededor de un 60% y el del trigo un 50%, durante los doce últimos meses (en el mercado de Estelí el quintal de maíz cuesta 350 córdobas o sea  unos US$ 19.00).   Los precios del azúcar, de la leche y del cacao también han aumentado (Geoff Dyer Financial Times 06/07/2007). Por su parte José Cordeu, oficial de FAO (Food and Agriculture organization), expresa que, la expansión en los valores de los alimentos, como el trigo y la leche, implicará una mayor vulnerabilidad de los pobres, especialmente en las ciudades, donde viven casi ocho de cada diez latinoamericanos.

Por lo antes mencionado, los detractores de estas políticas energéticas, aseguran que no es ético responder a las necesidades de los automóviles y a la sed de dinero, despreciando los problemas y las necesidades de las personas más vulnerables (El nuevo Diario 28/05/2007). Algunos expertos señalan que producir 100 litros de etanol representa la alimentación de 1 año para una persona. Por otra parte, -ellos afirman- que talar bosques que cumplen la función de absorción de dióxido de carbono (CO2), para plantar palma, contradice la supuesta ventaja del uso de biocombustibles.

No obstante, los defensores de la producción de biocombustible, en el marco de políticas tendientes a la reducción de la dependencia del petróleo, subrayan que dichos sustitutos (biodiesel, etanol) contribuirán a la reducción de CO2 que afecta el calentamiento global. Según el secretario de Agricultura de Estados Unidos, Mike Johanns, en el 2004, el uso de etanol redujo en 7 millones de toneladas las emisiones de CO2, en la Unión Americana.

El presidente de Brasil –Lula Da Silva- cuyo país logró reducir en un 40% la dependencia del petróleo, aseguró que el uso de combustibles alternativos al petróleo, puede ser decisivo para que los países subdesarrollados superen su dependencia, respecto a las naciones ricas del globo (www.clarin.com/diario/2007/07/05/um/m-01451453.htm). También aseguran los promotores del uso de biocombustibles, que esta industria emergente creará empleos y tendrá un impacto positivo en el área rural.

Según José Cordeu (FAO), está por verse su efecto en las zonas rurales, donde pudiera significar una mejora para los pequeños productores, pero Luís Alberto Moreno, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calificó a los biocombustibles como una “oportunidad transformadora” para América Latina y el Caribe.

Lo cierto es que, esta falta de consenso relacionado al uso de biocombustibles, deja la duda en los agentes económicos y políticos, quienes lógicamente inician nuevos debates sobre este nuevo enfoque de los recursos energéticos.

Pero, analizando objetivamente el tema, resulta que existen convergencias en ambas posiciones, y quizá la primera aseveración inobjetable es que los combustibles fósiles más temprano que tarde se agotarán y la humanidad deberá buscar fuentes alternativas. No es casual que se diga, que la generación de energía mediante el aprovechamiento de productos naturales o de residuos (biomasa) es una de las industrias del futuro.

En esto no hay posiciones irreconciliables, por ejemplo; se pueden preferir aquellas fuentes (biomasa) para producir biocombustible, que generan menos presión sobre los productos alimenticios, tales como subproductos la industria oleaginosa o animal (cebo) o aceites de frituras usadas. Imaginemos que todo el mucílago (agua mieles) de la industria cafetalera nicaragüense se transforme en etanol. Sería fantástico. Cuanto empleo generaría.

Además se pueden buscar otras alternativas energéticas como el biogás para reducir la presión  de los biocombustibles líquidos (etanol, biodiesel) que igualmente pueden usarse en motores de combustión interna.

Por esto, los gobiernos deben impulsar políticas activas que apuntes tanto a garantizar la seguridad alimentaría, como el acceso de los pequeños productores rurales a los beneficios de mercados con precios más atractivos.

Más que debatir sin hacer nada, o negar la realidad del mercado mundial de energéticos, debemos ser actores activos, buscar tecnología para la producción de biocombustibles a partir de materias primas que nos proporcionen ventajas competitivas y no rivalicen con productos alimenticios, especialmente el Maíz. Por otra parte, aprovechemos los buenos precios del maíz, para trazar políticas de desarrollo rural, que teniendo como base la  bonanza de precios actuales, puedan actuar buscando una mayor tecnificación de la producción en el campo, llevando consigo la electrificación y telecomunicaciones a todas las zonas rurales de la nación.

Recordemos, que la tendencia al uso de biocombustibles es inexorable, pues la Unión Europea y Estados Unidos planea sustituir el 20% del petróleo que actualmente consumen por biocombustibles y otras formas de energía renovable. 

Según Julian Jessop, economista internacional, jefe de Capital Economics en Londres,  los productores de biocombustibles desarrollarán tecnologías que requieran una menor cantidad de materias primas, o que empleasen las partes no comestibles de los alimentos, lo cierto es que la demanda está dada y el mercado lo suplirá gradualmente, aumentando la eficiencia cada día.

Nosotros no podemos quedar rezagados. No tenemos petróleo, pero sí nos proponemos, podremos producir biocombustibles, recordemos que el desarrollo del país irá acompañado de  mayores demandas de energía. 

 

Ing. Juan Leonardo Chow

SEJICSA, Tel # 00505 713-2164.