LOS CERCOS DE PIEDRA Y LA BELLEZA DE LA CAMPIÑA ESTELIANA

¡UNA NUEVA RUTA TURISTICA!

 

 

Cuando se pasea por la campiña esteliana, en las zonas ganaderas, puede admirarse en el paisaje, haciendas ganaderas rodeadas por cercos de piedra que atraviesan el horizonte, rompiendo las formas asimétricas naturales del panorama, con trazos rectilíneos hechos de roca que forman figuras geométricas que se pierden en el horizonte, donde pastorea el ganado, cuidado por diestros jinetes. Si, así se ven los prados de verdes pastos limitados por cercas de piedra.

Las rocas milenarias fragmentadas en diferentes tamaños, abundantes en esas tierras, permitieron el inicio en construcción de los cercos de piedra en tiempos pasados. No se conoce el origen exacto de este arte, pero en el continente, la piedra se usa para construcción desde la época precolombina. Los primeros ganaderos en el antiguo Estelí –San Antonio de Pravia - lo utilizaron resultándoles de gran ayuda en la división de propiedades y en los corrales para sus animales.

Actualmente esta práctica resulta benéfica al medio ambiente, debido a que para estas cercas no se necesitan postes de madera como en las alambradas de púas. Se destacan en la conservación de este antiguo arte, lugares como la reserva Miraflor-Moropotente en Estelí, La Concordia, Somoto y Limay -por mencionar los más notorios- donde se construyen cercas de piedra. Pero sin lugar a dudas los más bellos paisajes y mejores cercos se encuentran en Miraflor.

Cuenta Don Félix Rodríguez Orozco -habitante de Miraflor- de setenta y siete años de edad, uno de los más antiguos constructores de cercos de piedra, quien realiza este trabajo desde los dieciocho años y que ha enseñando el oficio a algunos de sus hijos y nietos, que hasta la fecha contabiliza diez mil varas (8.3 Km.) de cercos hechos por él.

Para la elaboración –explica orgulloso- se requiere de al menos tres hombres; dividiéndose el trabajo en: uno para arrancar las piedras, otro para halar el material y el último para acomodar el mismo; Colocando las muy grandes abajo, continuando con las medianas, y finalizando la parte de encima con las piedras pequeñas. Las medidas dependen del gusto del cliente, aunque se recomienda que no sean muy grandes para evitar los derrumbes. Algunas cercas tienen una base de un metro de ancho, y se reducen a  medio metro arriba en la corona, alcanzando una altura 1.7 metros. Los peligros durante la construcción son muchos, desde una astilla en el cuerpo, una piedra sobre los pies, entre otros.

Don José María Galeano, otro de los constructores pioneros, asegura que es algo –cercos de piedra- que se construye una sola vez, y aunque es más caro que otros tipos de cerco, hay que tomar en cuenta los beneficios que se obtienen, especialmente por su durabilidad. –Continúa diciendo Galeano-, quien realiza esta labor desde hace veinticinco años, que aún puede observar los primeros cercos que construyó hace casi un cuarto de siglo. –El afirma-, está comprobado que dichas cercas son indiscutiblemente de larga duración, una vez construidas su mantenimiento se puede realizar cada año; y si se cuidan, es posible que nunca se tengan que reparar.

De hecho este arte milenario ha cambiado para siempre parte de la arquitectura del paisaje en la campiña norteña, manteniendo el toque colonial de las haciendas ganaderas que son adornadas por pencas y pitahayas que brotan sobre las antiguas cercas. Las más hermosas haciendas ubicadas en Miraflor-Moropontente ofrecen una magnífica oportunidad a la oferta de agroturismo, pidiendo diseñarse una ruta para que los turistas visiten las  haciendas, disfruten del fresco clima y los sabrosos platillos típicos de una hacienda ganadera, pudiendo, además, cabalgar por los bellos senderos que atraviesan un paisaje que nunca olvidarán.

Aprovechemos la belleza que dan los cercos de piedra en las haciendas, gracias a las talentosas manos de quienes las construyen,  para iniciar un nuevo frente en la oferta turística esteliana y sobre todo disfrutar del clima fresco y muy agradable, árboles en su mayoría cubiertos por plantas epifitas – barba de viejo, orquídeas-, aves diversas de diferentes colores y trinos, animales silvestres y diferentes florecitas campestres, que hacen de estos lugares un paraíso terrenal.

 

Revista El Esteliano.

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