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MIS PENSAMIENTOS Y YO... |
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Tanto nos marca nuestra vivencia
de infancia que muchos de los errores que cometemos de adulto están
fundamentados en ella, pero lo más triste, es no darnos cuenta que está,
en la gran valentía de cada uno,
realizar un vuelco, reconocer ese dolor y hasta las secuelas que muchas veces
pasan por desapercibido y apenas se hacen notorias en nuestro actuar o bien
en la insania del proceder que tenemos con los
seres queridos, en especial aquellos que hicieron un valioso aporte en el
diario vivir, inclusive la dicha de hacernos padres o madres. Cuando algo nos produce
muchísimo dolor, (de ese que casi termina por paralizar la existencia, sino
es por algunos meses, muchas veces por años), está la de creer que todo es culpa nuestra.
Entramos en la penosa situación de comparar, de sentir la impotencia, fuera
de control y de sentir demasiada tristeza hasta el punto de no percibir un
alrededor que todavía funciona, que todavía ofrece opciones y casi siempre
mejores oportunidades y en especial personas que sienten verdadero aprecio y
dan el valor que nos merecemos, pero con tanto dolor se pierde la visión y el
actuar tras esa visión. “Dedique 28 años de mi vida a ese hombre, tras muchos
intentos de separación soporté crueldades: soledad, abandono, desvelo, lucha
por una casa, en enfermedad de mis hijos no lo recuerdo a mi lado, cuantas
noches esperando hasta el amanecer por su llegada solo para sentirlo en mi
cama con su mal aliento a licor, a falta de
higiene, a cigarrillo y esa mezcla de olores que saben a infidelidad.
Si no encontró en la calle, a cumplirle como mujer no por que le importara mi
sexualidad o mi persona, era cuando el quería para satisfacer otro más de sus
instintos, en que me quedaba pensando después de ese amargo momento hasta ver
el amanecer y continuar funcionando.... solo Dios lo sabe. No tuve un
confidente, un amigo, un compañero, un amante, un esposo, un aliado en la
problemática de mi hogar, a veces por algún tiempo fue un proveedor, pero lo
mas duro, no tuve un padre para mis hijos. Estuve tanto tiempo allí para que
mis hijos, crecieran con su padre y por la falta de apoyo de mi madre. Me
decía “el matrimonio es para toda la vida”, sin dejar de un lado toda la carga social y moral que implica ser madre
soltera. Hoy que veo a mis hijos, mis nietos,
veo en ellos el error de mi decisión de aguante, veo sus conflictos con el
padre que les quise dar, algunas conductas de riesgo, el resentimiento...
cuanto me duele que lo que más quise proteger hayan sido dañados por mi falta
de valentía de tomar una decisión definitiva. Reniegan de su padre con el que
no se comunican, lo culpan por mis enfermedades, por depresión, por mi
tristeza y mi soledad. Soy la mejor madre para ellos pero sé que se resienten
por todo lo que vivieron junto a mi, aunque no me lo digan con sus palabras,
¡una madre aprende a percibir el sentir de un hijo amado!. Cómo no les va a doler, si se
hicieron hombres y mujeres con un sujeto que se aislaba y maltrataba para no
ser interrumpido en su tomadera, que se ausentaba
por semanas y hasta meses cuando le duraban las relaciones de la calle, muy
pocas veces compartieron un alimento, o un cumpleaños o una actividad escolar
juntos, tanto abandono, sumado a mi dolor que me hizo una esclava en mi
propia casa. Me acostumbré a vivir con el dolor, a las humillaciones, el
maltrato, su indiferencia, a ver a las otras como diferentes a mí y disminuir
mi valía cada día más. Me olvidé que yo existía no solo como madre y esposa
sino también como mujer. Así, se fue el tiempo y cayó
sobre mi cuerpo, mi piel, mi alma, quedan después de tanto tiempo muchas
heridas que aún duelen, sola y rogando a Dios que mis hijos puedan perdonarlo
a él, pero también a mí y quizás aspirar a vivir con ilusión no como una
máquina sino como un ser humano...” Cuántas nos sentimos
identificadas con esta historia, si se niega, también se elimina la
oportunidad de sanar y sino entonces como es que la violencia intrafamiliar
ha llegado a los extremos de una mortalidad materna por el propio compañero
de vida, inclusive hasta perecen criaturas inocentes de ese analfabetismo
emocional. Qué promovemos en el hogar con
tanto machismo, no inculcar reglas
éticas y morales de convivencia.
Porqué se sigue asumiendo que el abandono de los hijos es normal ¿por la frecuencia o lo común?, cuando desde todos los puntos es un obligación natural, un derecho legitimo,
natural, social, legal. Qué enseñamos y que le damos a ese infante para que
de adulto pase por encima de otro ser humano, con tanta incapacidad de
respetar, de amar, de intimidar con responsabilidad y sensibilidad. Nada
excusa el maltrato, pero no debemos olvidar que no se puede dar lo que no se
tiene y que la calidad del actuar de una persona dice mucho de la relación
que estableció con sus puericultores, pero especialmente, cuánto ha aprendido
a respetarse y amarse así mismo/a, que tan culta se encuentra su alma por que
es esa plenitud y paz interior que transmitirá al relacionarse con otro. Por
tanto, ya no sigamos disculpando el comportamiento dañino de otro, peor aun
cargando con culpas y responsabilidades que no nos competen, escuchemos a
nuestros pensamientos y emprendamos el duro camino, pero muy gratificante de
encontrar nuestra propia esencia. El cuestionamiento también sería ¿hasta donde hay responsabilidad y dentro de esa responsabilidad, cuál es la relación de este actuar con mi vivencia infantil? Porqué no ser capaz de abandonar una relación tan dañina sin ninguna gratificación “aparente”, qué me mantuvo ahí tanto tiempo, que necesidad intentaba suplir o que vacío quise llenar, qué idealicé, qué patrón inconscientemente estaba repitiendo? Será que mantenerme ocupada buscando sus cambios, no escuchaba mis propios lamentos, mis pensamientos más recónditos, mis propias necesidades ?... Reflexionaremos un poco sobre esto en el próximo artículo. Dra. Débora Flores Acuña Psicóloga Clínica, Criminal y
Forense. Tel # 714 2041 * 831 2720 |