DIEZ
LECCIONES QUE APRENDEMOS DE NUESTROS HIJOS |
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Los hijos nos abren
un nuevo mundo y nos damos cuenta que no sólo enseñamos, sino que tenemos
mucho que aprender de ellos también. Antes de que los hijos
nazcan, los padres se ven a sí mismos como unos profesores de por vida. Le
enseñarán al hijo a andar en bicicleta, a leer lo que leían de chicos, a ser
generosos y honestos. Lo que no se
imaginan es lo mucho que los niños enseñarán a sus padres, al enfrentarlos a
cientos de situaciones nuevas con las que aprenderán sobre su ser más
profundo, su relación con los demás y el mundo en general. Si bien la primera
lección que los niños dan es demostrar la fuerza del instinto paternal, también
enseñan otras leyes de la vida: 1. El amor es
infinito: Pareciera ser que, de alguna manera, cada nuevo hijo crea su propio
espacio en nuestro corazón y nos damos cuenta de que tenemos cada vez más
amor que darles porque es infinito. 2. No controlamos
todo: Los
niños, desde un comienzo, nos enseñan a esperar la inesperado, sobre todo
cuando se trata de planear nuestra vida. El secreto es ser flexibles con
nuestros planes. Mientras antes aprendamos a ser flexibles y a tener en
cuenta todas las circunstancias que pueden cambiar, nos sabremos tomar la
vida mejor. El humor es un buen remedio. Saber reírse y decir «para otra vez
será», ayuda a evitar las frustraciones. 3. Todos tenemos
nuestro lado oculto:
Los niños nos exponen a situaciones nuevas que nos hacen
reaccionar de una manera que uno jamás pensó: rabia, impaciencia,
frustración. Afortunadamente, aprendemos también que uno puede experimentar
un sentimiento, sin actuar de acuerdo a él. El autocontrol es una importante
lección que se tiene que desarrollar rápidamente desde que el hijo nace. 4. Nuestros propios
intereses pasan a segundo plano: Con los niños, los padres aprenden a
postergarse. Ellos exigen todo nuestro tiempo y dedicación. Se asumen
responsabilidades y exigencias. Nuestra prioridad cambia: ahora son ellos lo
más importante en la vida. 5. Los niños no son
clones, son individuos distintos a nosotros: Hay que aprender a respetar las
diferencias, personalidad y carácter de cada hijo. No podemos tratar de que
nuestros hijos sean iguales a nosotros. Conocerlos tal cual son y quererlos
por eso, ayudándolos a mejorar sus puntos débiles y a resaltar sus virtudes,
es el deber de los padres. 6. Nadie espera que
seamos perfectos: El amor incondicional de los niños es una recompensa que
nos conforta día a día. Si nos equivocamos y se nos pasó la mano con el
enojo, ellos nos hacen sentir que no fue tan grave. Tenemos que tener
presente que no somos perfectos y que nadie nos está exigiendo que lo seamos.
Mañana trataremos de controlarnos más y seremos mejores. Ojala pudiéramos ser
así con ellos a la hora de sus errores. 7. No hay que juzgar
a los demás: Los niños enseñan a no juzgar a los demás según cómo son como
papás. Especialmente nos hacen entender muchas actitudes de nuestros propios
padres, que antes criticábamos. Dejamos así de exigirle a los demás cosas que
nosotros no podemos cumplir con nuestros hijos. Esta es una importante
lección que se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida. 8. Vivir el momento:
Los niños, especialmente de chicos, son los reyes en mostrarnos el valor de
tomarse las cosas con calma. Si vamos a pasar la tarde con ellos, hay que
guardar el estrés y la ansiedad, y saber que, para que todos lo pasemos bien,
no queda otra que ir al ritmo de ellos. 9. No se termina de
aprender: Con los niños nunca se deja de aprender. Cada etapa es distinta y
cada hijo es diferente, por lo que tenemos que ser de una manera o de otra
con cada uno. Esto nos plantea un desafío enorme como padres, pero también
nos da una inmensa recompensa: el cariño de los hijos. 10. Los niños nos
despiertan virtudes olvidadas: En lo que todos los padres
consultados están de acuerdo, es en la cantidad de virtudes que nos muestran
los niños y que nos hacen cuestionarnos sobre nosotros mismos. »Lo poco rencorosos,
lo espontáneo, la alegría, la espiritualidad, la sencillez, la sensibilidad
con los más débiles o los pobres, es maravilloso. En cierto sentido, te
despiertan al mundo». Los hijos nos hacen
conocernos mejor, sacar facetas de nuestra personalidad que nunca creímos
tener y nos motivan a ser mejores personas. Cecilia Fontaine T. |