MAESTRO AMIGO QUE ILUMINAS MI SENDERO

Aunque no sean remunerados como se lo merecen crean estimados maestros que después de los padres, un puericultor determinante en procurar jóvenes sanos son todos ustedes.

Igual que los padres necesitan estar sanos emocional, espiritual, mental y físicamente. Porque no se trata nada más de cumplir un pensum académico, va más allá de una simple relación. Pese a las pocas horas que comparten con el educando, el poder mágico que ejerce un maestro con calidad y calidez, es un recuerdo para toda una vida que dirige ciertas conductas en el resto del aprendizaje de ese vivir.

Una labor especial no solo por el grado de compromiso, sino por lo que la docencia supone en cuanto al saber y a la madurez que se persigue como ser humano. Ese momento trasciende cuando el docente es capaz de observar con minuciosidad, cariño y respeto la individualidad de su educando. Donde pone a prueba su creatividad para hacerse escuchar y sentir, trasmitir la generalidad a esa individualidad, no como el que sabe más sino como el que desea compartir su conocimiento pero a la vez  abierto para aprender en este proceso dinámico. Donde no dicta normas y reglas verticalmente, habla a un mismo nivel de forma horizontal; Ayudando a establecer un contacto humano que permite que el proceso enseñanza -aprendizaje surja de forma positiva y constructiva. Es el reflejo de alguien que además de amar su trabajo, ama la vida y así mismo, está contenta/o con su labor.  

No así cuando encontramos al maestro indolente, con su rostro apagado o peor aún, marchito, amargado, refunfuñón, que le molesta el bullicio, la espontaneidad de sus seguidores y hasta sus risas o travesuras inocentes. Exige piezas sentadas en su butaca, que solo escuchen, obstaculizando el desarrollo de la autonomía, la creatividad, la felicidad, la solidaridad, la salud, el autoestima. Este puericultor no encamina a sus educandos hacia estas metas del desarrollo, no acompaña a los infantes enseñándoles a conocer tanto sus capacidades como sus limitaciones. No se esculpe el cuerpo y el espíritu y  la educación se basa en atemorizar y dominar, no sostenida en el respeto, la ternura, el amor, la consistencia, la sabiduría, la esperanza  la alegría y la flexibilidad en el pensamiento, pero sobre todo la aceptación y tolerancia a esa gama de diferencias.

Es bueno recordar que si se educan en el miedo, en la dominación y en el dolor, serán padres y adultos violentos, inseguros, temerosos; si se educan en el  amor, respeto por ellos y por el otro, en la dignidad, en la aceptación, serán adultos responsables y libres, sin necesidad de policías permanentes para cumplir su misión en la vida, serán adultos y padres autónomos con mayor capacidad de disfrute de la existencia.

El amor entendido como el respeto por el otro y por si mismo, la aceptación del otro y de sí mismo, como la caricia desinteresada, como el disfrute con el solo acto de dar, sin esperar una respuesta, es alimento esencial para la nutrición física, espiritual, psicológica y social de un infante.

Importante entonces entender la diferencia entre el poder y la autoridad. La primera se refiere al uso de la fuerza física, moral, psicológica, o social para doblegar la voluntad del niño/a; la segunda se refiere al respeto mutuo, inspirado en la aceptación del otro como legítimo otro. “Es algo que no puede basarse en la fuerza y no implica que alguien deba someterse a otro”; es decir, para que alguien pueda ser reconocido como autoridad tiene que hacer méritos suficientes para ganarse este derecho. Es así que el adulto no tiene autoridad ante el infante por ser adulto, padre, madre o maestro, circunstancias todas que dan poder y lo ponen en una posición ventajosa ante  niño/a. Tendrán autoridad en la medida que sea reconocido por los infantes. Esta debe ser siempre democrática, lo que no excluye las sanciones pero que realmente estén dirigidas  a que el niño/a pueda construir las reglas de conducta, las normas y la moralidad por medio  de la coordinación de diferentes puntos de vista y no de la imposición arbitraria de los adultos” no es castigar por castigar por que me dio coraje porque...” Forma la disciplina teniendo implícito la firmeza, la energía y la bondad.

 Hay en el ejercicio del poder máscaras de autoridad que son falsa autoridad: la del miedo,  de la culpa, del soborno, de la violencia, del discurso, del falso amor. Todos se apoderan del infante para convertirlo en robot humano o máquina de obediencia. Es mas frecuente en este ambiente escolar la confusión de la interrelación  entre la autoridad, el poder y la autonomía, solo la afectividad puede dar el verdadero sentido y valor a la autoridad no como poder, sino como libertad. La autoridad estriba  y deriva su poder en la autoestima, la autoimagen  y la autonomía como fuente de sociabilidad y ésta a su vez constituye la garantía de la continuidad y asimilación de lo cultural, lo moral y lo relacionado con el comportamiento.

El maestro consciente de su roll lucha con sus debilidades y hasta las frustraciones personales, deja colgada en su casa su problemática o conflictos internos que no haya podido superar, más no los extrapola  a su estudiantado, son ellos los que la retroalimentan con aspectos buenos, con su calor, con su carisma. Se da la educación humanizada dejando grandes legados de generación a generación.

Por tanto no se desanimen y en equipo con los padres fomentemos una sociedad más espiritual y menos mercantilista donde la base fundamental sean las reglas morales y sociales con plena libertad de cumplimiento de deberes y uso de derechos no como una imposición sino como virtudes necesarias   para construir al socius; es decir al ser social. Para lo cual se hace necesario una participación activa de padres y madres responsables.

 

Dra. Débora Flores Acuña.

Psicóloga Clínica, Criminal y Forense

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