A PROPOSITO DEL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

 

En el marco de la Celebración del “Día Internacional de la Mujer”, es digno destacar la historia que dio origen a esta celebración. En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, se aprobó una resolución que proponía celebrar todos los años, el “Día Internacional de la Mujer”, en honor del movimiento a favor de los derechos de ésta; por la lucha de igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo. Esta resolución fue aprobada con la participación de 100 delegados de 17 países, y desde entonces, el 8 de marzo se ha convertido en una celebración con la cual las féminas de todo el mundo renuevan la lucha por sus derechos.

A través de la historia, el rol de la mujer dentro de la sociedad ha sido menospreciado, reduciéndolo a las faenas del hogar y a su carácter procreativo, negándole el derecho a la superación personal y a ser parte activa en el quehacer de su nación. Antiguamente, la mujer era digna de alabanzas de escritores y poetas u otros artistas plásticos, pero solamente en el ámbito de su belleza física o como inspiración de los castos amores. Mujeres son las Musas que prodigan sus gracias en aquellos númenes privilegiados; mujeres las Horas y las Moiras que cuentan nuestros minutos y tejen las redes de la vida y de la muerte. Mujeres, las Diosas del sagrado Olimpo, que toman parte en todas las actividades y acciones de los infelices humanos. Casi todo lo que en el mundo existe, tiene género femenino: la vida, la muerte, las religiones, las flores… ¿Por qué? Por la razón que la mujer es la individualidad más importante de la tierra, aunque el hombre se la haya querido usurpar.

¿Dónde se gesta el germen de la vida? En el vientre de una mujer. ¿Quién es la abnegación personificada en la crianza de los hijos y en su educación? Una mujer. ¿Quién endulza la vida del hombre y le habla con palabras de seda en sus múltiples tribulaciones? Una mujer. ¿Quiénes son las santas mujeres que abogan por la salvación del hombre? Mujeres. ¿A quiénes miramos en las calles o en las aceras, tostándose bajo los rayos del sol, buscando el sustento diario para sus hijos? A una mujer. ¿Quiénes son las que abarrotan las fábricas y las aulas de clase en las reuniones? Mujeres.

Y así podríamos seguir dando ejemplos sin parar. La mujer es una pieza clave en el hogar y en la sociedad. Démosle el lugar que merece y dejémonos de machismos infundados, que este mundo no se ha hecho para un determinado sexo, sino para que lo compartamos en igualdad de condiciones todos los que en él habitamos. ¿Por qué una mujer debe ganar menos que un hombre, si desempeña una igual ocupación? ¿Por qué la mujer debe ser causa de tanto atropello injusto, si tan ciudadana es ella como lo es un hombre? ¿Por qué en las campañas electoreras se busca afanosamente su voto, si después no se le da el lugar que merece?

La mujer no es una pieza de juguete o de adorno. Es un ser al que hay que respetar y ponerla en el lugar que de justicia le pertenece. El hombre que se casa no ha adquirido una pieza arqueológica para envanecerse de ella, ni tampoco ha adquirido una esclava, sino una compañera de vida que requiere igualdad de condiciones y de afecto. Las particularidades del hogar deben ser compartidas en un ambiente justo y de equidad. Yo he estado tentado a pensar que este mundo fue creado por una diosa y que el hombre en su machismo, lo convirtió en dios, para así mantener la supremacía sobre la mujer. Porque todo en el mundo derrama gracia, exhala perfume, arrulla de amor. Se disuelve en el aire toda la gasa sublime del corazón de una mujer. El amanecer es suave, tal son sus caricias; el atardecer es calmo y arrobador como la expresión de sus ojos y la suave caricia de su voz, así como las furiosas tormentas señalan la explosividad de su interior en sus momentos críticos.

 

José Ramón Pinell

Escritor Esteliano

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