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COLORES QUE MUELEN, MEZCLA N Y PULEN MI MEMORIA |
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Nuestra memoria de muestra
caprichosas maneras, y suele proceder a veces por su cuenta y riesgo. En un instante nos asalta por descuido, en
otro nos entusiasma, nos irrita, o nos deprime cuando menos lo esperamos.
Pero también distrae nuestras horas de tedio, nos asiste en el desvelo y el
insomnio, nos consuela y solaza durante algunos trances de duda o de
aflicción. Todo resulta al fin fugaz y
ficticio, ya lo sabemos. El paisaje de
nuestra infancia se viene destruyendo poco a poco ante el empuje implacable
de la modernización actual, mimética y consumista. Nuestro mundo, el que
recordamos, ya no existe. Ha sido
borrado, adulterado, sepultado por la marcha de la alineación globalizada,
por el desgaste común que todo lo consume, por las mudanzas tumultuosas de
esta vida. Nuestras novias juveniles
envejecieron, se casaron, engordaron, viven lejos y se olvidan poco a poco de
sí mismas. Apenas si nos llegan de
ellas noticias congeladas, nebulosas, envueltas en la gelatina fría de la formalidad. Ningún contacto, ninguna conversación
verdadera ha sido posible desde entonces.
Un mundo inmenso, infinito acaso, que fue nuestro, minuto a minuto va
siendo destruido. Pareciera inevitable. Así transcurre el tiempo,
caducan las semanas y los meses, durante días enteros, durante eternas noches
permanecemos con los ojos pegados al techo, observando el flujo sinuoso de
las venas de color oscuro en la madera clara, interrogando a veces uno por
uno, a veces en grupos, a los cuadros de plywood de
nuestro cielo raso, observando la gran cantidad de figuras que se insinúan y
que termina de formar nuestra imaginación. Nubes trastocadas en
insospechables imágenes de todas las formas imaginables, alargadas, redondas,
oblicuas, seres fabulosos, animales híbridos, mujeres en suspenso que se
estiran con una sensualidad bestial, bosques, playas, desiertos, llanuras,
eternas soledades de mares solitarios, mares sin fortuna ni peces, ni vida,
mares de madera en cuyo fondo naufraga nuestra meditación nocturna, en tanto
vemos pasar en tropel la gran cantidad de recuerdos que nos asaltan por unos
instantes, para luego hundirse a pique, ahondando las aguas grises de nuestro
propio olvido. En varios puntos, la memoria,
el sueño, el deseo impenitente, se arremolinan en la danza sinuosa de las
vetas de la madera inerte. Nuestra
imaginación espiga, discrimina, asocia, alía a ciegas, rescata, reconstruye y
amalgama escenas sueltas, imágenes tenaces, voces queridas y extintas. La sangre que nos palpita insomne se
confabula con unos versos de poema antiguo, con algún absurdo fragmento oído
o recordado en sueños, con las proyecciones fugases de nuestros deseos
peregrinos. Hasta que acepto el
impulso. Me levanto descalzo, abro una
gaveta, encuentro una hoja de papel, una pluma, redacto algunas notas
apresuradas. Mientras duermo hasta tarde, la
luz de la mañana siguiente encuentra sobre mi mesa el esbozo de algunos
párrafos, unos vislumbres imprevistos de nuestra memoria, unas estampas
delicadas, frágiles de viejas, entre la fuga imperceptible de unos perfumes
que ya nunca volverán. Dr. Danilo Torres Poeta y escritor Esteliano Tel # 713-2241 * 713-2909. |