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Es posible que en tiempos muy remotos la
gente ya hubiera explorado y probado la electricidad. Una batería muy
rudimentaria de hace miles de años fue encontrada cerca de Baghdad en 1932. Era una batería que contenía un núcleo
de hierro insertado en cilindro delgado de cobre. Tal vez fue diseñada para
almacenar electricidad estática. La historia de esta antigua batería tal vez
nunca la sepamos, pero lo que si se sabe es que en la antigua Grecia ya se
conocía el efecto que tenía una pieza de ámbar cuando era frotado con otro
material: tenía la propiedad de atraer cuerpos ligeros. Pero la historia de la batería es mucho mas
reciente. Alrededor de los años 1800, Alessandro
Volta (de quien obtenemos el nombre de la unidad de medición de la diferencia
de potencial: voltios) profesor de filosofía natural en la universidad de Pavia, construyó el primer aparato que generó corriente
continua. Lo que hizo fue poner dos pequeños discos del tamaño de una moneda
pequeña, uno de plata y el otro de zinc en un recipiente, separados por un
material esponjoso como el cuero. Todo este conjunto estaba sumergido en agua
salada o en otra solución alcalina. A este conjunto le podemos llamar una
pila. Volta después se dio cuenta de que si ponía estas pilas una seguida de
otra, unidas por tiras de metal se lograba que el voltaje final fuera mayor. En 1813, Sir Humphrey
Davy conectó una batería gigante en el sótano de Michael Faraday
estaba utilizando pilas voltaicas para realizar estudios en electricidad y
magnetismo. Descubrió que enviando corriente por un conductor, un campo
magnético se inducía en un conductor paralelo (el inicio del
electromagnetismo). Continuando con sus estudios y experimentos Faraday descubrió en 1831 que un
magneto en movimiento podía generar electricidad en un conductor cercano. De
esta manera se dio nacimiento al dinamo. Poco a poco los científicos fueron mejorando
la idea original de la batería de Volta y en 1860 George
Leclanche de Francia desarrolló la primera batería
utilizada ampliamente (la célula de zinc carbón) El ánodo era de zinc y una
aleación de mercurio y el cátodo era un compuesto de dióxido de magnesio y un
poco de carbón. Ambos: ánodo y cátodo fueron sumergidos en una solución de
cloruro de amonio, que actuaba como electrolito. El sistema fue llamado: «la
célula mojada». Aunque la idea de Leclache era
barata fue desplazada en 1880 por la célula seca. En el año 1920 un joven científico, Samuel
Rubén y un también joven empresario llamado Philip Rogers Mallory se conocieron
cuando Ruben visitó la fabrica
de Mallory buscando un equipo que necesitaba para
un experimento. Juntos vieron el futuro en sus proyectos y unieron la
inventiva de uno con el poder de manufactura del otro. Esta unión que se
mantuvo hasta la muerte de Mallory en 1975 fue la
base de la empresa que todos conocen: Duracell International. Las invenciones de Samuel Rubens revolucionaron la tecnología de las baterías. El
creo la célula de mercurio que era mucho más eficiente que la que se
utilizaba antes de zinc carbón. Este invento fue especialmente útil en la
segunda guerra mundial. En el año 1950 Samuel Rubén mejoró la
batería alcalina de magnesio haciéndola más resistente, compacta y de una
gran duración. La empresa Kodak
introdujo cámaras con flash incorporado y necesitaba este tipo de pilas pero
en el tamaño AAA. La empresa Mallory las creó. La demanda en el mercado fotográfico era muy
grande y fue este el motivo de la creación de la empresa Duracell
en el año 1964. Juan Francisco Tercero Tel # 713-3604 correo: jufrater@hotmail.com |