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LENNON, LOS BEATLES Y CHAPLIN |
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A las once menos diez de la noche del ocho de
Diciembre de mil novecientos ochenta, John Lennon era asesinado ante el
portal de su casa, una siniestra y mágica mansión frente al Central Park neoyorquino, donde el genial director
cinematográfico Ramón Polanski rodara la célebre
película Rosemary Baby. Otra muerte sin sentido fue el
primer comentario. Porque además, del hecho en sí mismo repudiable, Lennon
había sido asesinado por un obsesivo admirador crecido y criado con la música
de los Beatles y casado como él, con una japonesa. Aparte de que ninguna
muerte tiene sentido racional, la de Lennon cobraba una dimensión universal
en el sentido de que este inglés de Liverpool aparte de talentosísimo
músico y compositor, se había distinguido como uno de los abanderados de la
revolución cultural de los años sesenta, con una capacidad excepcional de
comunicador fuera de la serie para definir, con sus experiencias, las de sus
contemporáneos. John Lennon había sido una
especie de flautista de Hamelin que guió a esa
generación, de la cual, de alguna manera, muchos nicaragüenses entre los
treinta y cinco y cincuenta años nos sentimos identificados. Este músico
genial tomando distancia de la flema de sus paisanos lanzó a los cuatro
vientos con una gracia y desenfado sin par, un mensaje envuelto en música
fácil y ligera que derribara fronteras, igualaba razas y hacía permeables los
idiomas del alma humana. Los Beatles fueron, en su
terreno, los que abrieron el camino y capturaron la imaginación de millones
de jóvenes en todo el mundo con sus frescas y dulces canciones, destacándose
del seno de sus melenudos irreverentes, John Lennon, que fue criterio de muchos,
el indiscutible cerebro del grupo, su más perfilado y controversial líder y
quien junto a Charlie Chaplin
otro inglés inmortal contribuyeron en Inglaterra al arte como acción. Ambos
tuvieron el tino de mezclar política radical con arte popular, azucarando, el
uno, la mezcla explosiva, con humor corrosivo, y el otro con música pegadiza.
Ambos venían del pueblo, Chaplin, de los lóbregos
Music Halls de Londres, Lennon de los brutales
muelles de Liverpool. Indiscutibles genios
contemporáneos, estos dos ciudadanos del mundo industrializado no pudieron,
sin embargo ser testigo, por su muerte, del esplendor de los avances de la
tecnología que hubiera potenciado su genio a límites insospechados, avances
tan espectaculares como los del campo de la física cuántica y el rastreo del
hombre con los ojos del Hubble en los confines del
universo infinito descubriendo con sus espectrómetros y cámaras de
infrarrojos, estrellas que no pueden ser observadas a simple vista desde la
tierra, diez millones de veces más poderosas que el sol y la de mayor tamaño
y más brillante estrella del universo hasta ahora encontrada y que nos
maravillan y sorprenden por la idea de cuan infinitos y frágiles somos ante
la grandeza de la obra de Dios y cuyo descubrimiento nos maravilla como en su
momento, lo hicieron los exquisitos acordes de Let It Be, Sonthing, o UIT a litte help from
my Friends o las
genialidades del universal Charlot creado por Chaplin que derrochó como nadie en su difícil arte, la
burla, la sátira y la emoción de saberse vivo, humano y trascendente. Ambos genios, expresión de un
nuevo concepto de revolucionarios auténticos, contribuyeron a la búsqueda de
la humanidad que faltaba ayer y falta hoy desgraciadamente en nuestras
sociedades hambrientas de nuevos horizontes, sedientas de palabras, música,
arte y grandeza espiritual para dar suelta a sus ansias de libertad y
creatividad y que en estos genios al menos encontró el camino y la voz
sencilla, irónica, apasionada, el cauce por donde expresarse para reír y no
llorar frente a los cambios vertiginosos en todos los órdenes y tribulaciones
que trae aparejado el desarrollo, ironizar, burlarnos y divertirnos de las
cosas negativas para mantener una actitud positiva frente a las rudezas y
miserias cotidianas. Dr. Danilo Torres Rodríguez. Escritor, pintor y poeta. Tel # 00505 713-2241 * 00505 713-2909. |